15 marzo - 20 julio 2025
Una oportunidad única para analizar el universo íntimo de Frida Kahlo a través de las fotografías del fotógrafo Nickolas Muray. Esta exposición ofrece una mirada privilegiada a la vida y la personalidad de la icónica artista mexicana mediante unas 60 fotografías, tanto en color como en blanco y negro, realizadas por el fotógrafo húngaro-estadounidense entre 1937 y 1946. Museo storico della Fanteria – Piazza di S. Croce in Gerusalemme, 9
Una ocasión imperdible para profundizar en el conocimiento de Frida Kahlo, explorando no solo su producción artística, sino también su profundo vínculo con la cultura mexicana y las personas a ella cercanas. Las imágenes retratan a Frida en momentos cotidianos, sola o en compañía de su esposo Diego Rivera, de amigos y del propio Muray, con quien mantuvo una relación sentimental y una duradera amistad hasta su muerte en 1954.
Además de las fotografías, la exposición «Frida Kahlo: through the lens of Nickolas Muray» presenta cartas originales intercambiadas entre Kahlo y Muray, vídeos raros que los retratan juntos, ocho vestidos tradicionales mexicanos inspirados en el estilo de la artista, una selección de joyas y accesorios artesanales, y una colección de sellos emitidos en su honor por distintas naciones.
La muestra permite explorar el mundo de Frida Kahlo a través del objetivo de Nickolas Muray, fotógrafo conocido por sus extraordinarios retratos en color. El recorrido expositivo presenta una selección de imágenes tomadas entre 1937 y 1946, años en los que Muray y Kahlo mantuvieron una relación sentimental y una profunda amistad. El visitante podrá observar a Frida en contextos íntimos y públicos, descubriendo detalles de su personalidad, estilo, y compromiso artístico y político.
En el centro de la exposición se encuentran unas 60 fotografías, tanto en color como en blanco y negro, que retratan a Frida en diversos contextos: sola, con su esposo Diego Rivera, con amigos y con el propio Muray. Las imágenes destacan no solo la maestría de Muray como retratista y pionero de la fotografía en color, sino también la intimidad y complicidad entre él y Frida. A través de su lente, Muray capta la esencia de la artista, resaltando su profundo vínculo con su tierra natal y su compleja personalidad.
Frida Kahlo (1907-1954) es una de las artistas más célebres y queridas del siglo XX. Nacida en Coyoacán, un suburbio de Ciudad de México, su vida estuvo marcada por eventos dolorosos que influyeron profundamente en su arte. Un grave accidente de tráfico la obligó a largas convalecencias e intervenciones quirúrgicas, durante las cuales comenzó a pintar.
Sus obras, caracterizadas por un fuerte simbolismo y una profunda introspección, abordan temas como el dolor físico y psicológico, la identidad, la feminidad y las expresiones artísticas mexicanas. Frida se convirtió en un ícono no solo por su arte, sino también por su estilo único y su compromiso político y social.
El 17 de septiembre de 1925, con tan solo 18 años, Frida sufrió un terrible accidente de tráfico que cambió radicalmente su vida. Ese día, Frida y su entonces novio, Alejandro Gómez Arias, subieron a un autobús para regresar a casa tras una jornada escolar. El vehículo colisionó con un tranvía, causando un desastre. El impacto fue devastador: una barra metálica perforó el cuerpo de la joven, atravesándola desde el abdomen hasta la pelvis, causando graves daños en la columna vertebral, la pelvis y los órganos internos. Además, Frida sufrió múltiples fracturas en las piernas, el pie y la clavícula.
Los médicos no estaban seguros de que sobreviviera, y durante mucho tiempo la joven artista estuvo inmovilizada en la cama, sometiéndose a más de 30 intervenciones quirúrgicas a lo largo de su vida. La larga convalecencia fue un periodo crucial para su carrera artística: postrada en cama, con el torso enyesado, comenzó a pintar utilizando un espejo colocado sobre la cama. Fue entonces cuando nacieron sus primeros autorretratos, que se convirtieron en una constante en su producción pictórica.
El sufrimiento físico y el trauma del accidente se convirtieron en temas recurrentes en su arte. Frida usó la pintura como medio para procesar el dolor, expresar su identidad y contar su condición de mujer. Este evento marcó el inicio de una vida caracterizada por el dolor crónico, pero también de una carrera extraordinaria, en la que su experiencia personal se integró completamente en su obra.
Frida Kahlo es una de las artistas más difíciles de encasillar en una sola corriente artística, ya que su obra pictórica bebe de diversas influencias y se sitúa en el límite entre varias tendencias. No obstante, con una marcada identidad nacional, Frida desarrolló un lenguaje pictórico profundamente ligado a las tradiciones indígenas. Los colores vivos, los símbolos arcaicos, los trajes tehuanos y las referencias religiosas y folclóricas forman parte integral de su imaginario visual.
Kahlo utilizó estos elementos para afirmar una identidad cultural orgullosa y resistente, que encontró en la pintura un medio de expresión personal y política. Su paleta de colores se puede asociar principalmente a tres grandes corrientes: el arte popular mexicano, el surrealismo y el realismo mágico.
Frida Kahlo estuvo profundamente vinculada a su formación de origen, no solo en su vida cotidiana sino también en el arte. El indigenismo y el arte popular mexicano influyeron profundamente en su estilo. Sus cuadros incorporan a menudo elementos de la tradición precolombina, del folclore y de la artesanía mexicana, con colores vivos, simbolismos místicos y representaciones de la naturaleza.
Su elección de vestir con trajes tradicionales tehuanos, de utilizar elementos decorativos típicos del arte indígena y de representar escenas que recuerdan a los exvotos (pinturas votivas populares en México) demuestra el fuerte vínculo con su tierra. Este apego era también una afirmación política, acorde con su ideología comunista y con su deseo de exaltar la identidad nacional.
A menudo se asocia a Frida Kahlo con el surrealismo, corriente artística desarrollada desde los años 20 que pretendía explorar el mundo del inconsciente y del sueño. André Breton, uno de los padres del surrealismo, visitó México en 1938 y describió a Frida como una “surrealista natural”. Sin embargo, la artista rechazó categóricamente esta definición, declarando:
«No pinto sueños ni pesadillas. Pinto mi propia realidad.»
Aunque no se identificaba con el movimiento surrealista, muchas de sus obras presentan características afines, como el uso de simbolismos enigmáticos, figuras fantásticas y la fusión entre sueño y realidad. Sus cuadros son a menudo visionarios y oníricos, con un fuerte componente autobiográfico, pero siempre arraigados en su experiencia personal.
Otra corriente con la que a menudo se relaciona el arte de Frida Kahlo es el realismo mágico, un movimiento literario y artístico difundido en América Latina que combina elementos realistas con situaciones fantásticas o surrealistas. En sus pinturas, Frida representa eventos de su vida con una fuerte carga narrativa y simbólica, pero sin perder nunca el vínculo con la realidad.
Obras como Las dos Fridas (1939) o El autobús (1929) muestran escenas aparentemente cotidianas, pero cargadas de significados ocultos, elementos simbólicos y referencias a su biografía. Su estilo es profundamente narrativo y remite a las tradiciones mexicanas de representación, donde la frontera entre realidad e imaginación es tenue. El dolor, la pasión y la identidad mexicana emergen con fuerza en sus cuadros, convirtiéndola en un ícono atemporal del arte mundial.
Un encuentro fortuito destinado a dejar una huella duradera. El vínculo entre Frida Kahlo y Nickolas Muray nació por casualidad en 1931, durante una estancia del fotógrafo en México junto al artista Miguel Covarrubias, amigo común y discípulo de Diego Rivera. Muray conoció a Frida en la casa de Rivera y quedó inmediatamente fascinado por ella. Así comenzó una relación amorosa que se prolongaría por más de una década, a menudo vivida en secreto, entre México y Estados Unidos.
Su amistad perduró hasta la muerte de la artista en 1954. Su primer encuentro no está documentado fotográficamente, pero a partir de 1937 Muray comenzó a retratar a Frida con regularidad, creando un corpus de imágenes que hoy representa uno de los testimonios visuales más significativos sobre la vida de la artista.
Además de las fotografías, la exposición presenta una selección de cartas originales intercambiadas entre Frida Kahlo y Nickolas Muray durante su relación. Estos documentos ofrecen una visión íntima de su vínculo, revelando aspectos personales y sentimentales de la artista. Asimismo, se exponen raros vídeos que los muestran juntos en diferentes ocasiones, permitiendo a los visitantes sumergirse aún más en su historia.
Otra sección de la exposición está dedicada al distintivo estilo de Frida Kahlo. Se exhiben ocho trajes tradicionales mexicanos, elaborados por artesanas indígenas, que reproducen el característico atuendo de la artista. Junto a estos, una selección de joyas y accesorios hechos a mano ofrece una idea de sus gustos y de su amor por la artesanía mexicana. Estos elementos subrayan cómo Frida usaba la moda como expresión de su identidad personal.
Además de las fotografías, la exposición incluye una selección de cartas originales entre Kahlo y Muray, que revelan el profundo vínculo entre ambos. Estos escritos ofrecen una ventana inédita a las emociones y pensamientos más íntimos de la artista.
La muestra también incluye una colección de sellos emitidos por diversas naciones en honor a Frida Kahlo. Esta colección da testimonio del reconocimiento y la admiración internacional hacia la artista, destacando el impacto duradero de su figura y de su obra en el panorama intelectual global.
Otra sección está dedicada al vestuario y accesorios de Frida. Los trajes tradicionales expuestos dan testimonio de su vínculo con las raíces mexicanas y de su deseo de expresar su identidad a través de la moda.
Frida Kahlo era mucho más que un rostro reconocible o un estilo pictórico inconfundible. Fue una mujer que supo transformar el dolor –físico, emocional, existencial– en un lenguaje artístico universal. Sus cuadros, a menudo autorretratos, hablan de sufrimiento, amor, pérdida, identidad y cuerpo. Temas entonces inéditos en el arte dominado por los hombres, y que aún hoy resultan profundamente actuales.
Pintó sin censura el divorcio, el aborto espontáneo, el parto, la violencia doméstica y la traición. Desafió los roles de género, posando con ropa masculina en retratos familiares, y reivindicó con orgullo su bisexualidad. Hizo del ser mujer –con sus contradicciones, fragilidades y potencias– el centro de su narrativa artística.
En cierto modo, Frida fue la madre inconsciente de los influencers contemporáneos. De sus 143 pinturas conocidas, 55 son autorretratos: un verdadero diario visual adelantado a su tiempo. Frida se mostraba tal como era, sin necesidad de pretextos ni fingimientos: con su uniceja icónica, los bigotitos orgullosamente exhibidos, los colores vibrantes de los trajes tradicionales mexicanos. Cada pincelada era un acto de autoafirmación, cada cuadro una manera de hablar al mundo, exactamente como hoy se hace en redes sociales, con imágenes, historias y confesiones públicas.
Pero la diferencia es que, para Frida, no era una pose: era verdad. No había filtro, salvo el del alma. El autobiografismo radical que emerge de su obra es lo que sigue fascinando e inspirando a generaciones diversas. En ella, lo personal se vuelve político, el dolor se convierte en arte, la diversidad en belleza.
Visitar la exposición es una oportunidad exclusiva para profundizar en el conocimiento de una de las figuras más emblemáticas del arte del siglo XX. La muestra ofrece no solo una panorámica de la producción artística de Frida Kahlo, sino también una mirada privilegiada a su vida privada, sus relaciones y su vínculo con su gente.
Este evento excepcional nos invita no solo a ver a Frida a través del objetivo de Muray, sino a mirarla con nuevos ojos: no como una figura del pasado, sino como una voz aún poderosamente actual. Una mujer que vivió plenamente y que tuvo el coraje de contarse. También para nosotros.
Una cita imperdible para descubrir así a una Frida menos conocida, a través de la mirada de quien la inmortalizó con afecto y admiración. Una inmersión completa en el universo de la artista que permite a los visitantes comprender mejor su carácter, su talento y su legado cultural, con una perspectiva íntima y profunda no solo de la artista, sino también de la mujer detrás de las obras, con sus pasiones, sus sufrimientos y su inconfundible estilo.
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